domingo, 8 de enero de 2012

...Anécdotas del año nuevo...


Inició el año en que se acabará el mundo…solo queda esperar a Diciembre a ver como no pasa absolutamente nada.
Tuve la suerte de viajar a la selva para recibir el año del Apocalipsis Maya y realmente ha sido el mejor hasta la fecha. Alejado de cohetes, tronadores, silbadores, rata blanca, chispitas mariposa y un gran etcétera…Recibir el año alejado de la ciudad aprovechando el día mas que la noche y desconectado de tecnología, globalización, juergas y bulevares irritantes fue lo mejor que pudo suceder. Realmente pone muchas cosas en perspectiva e incluso incita a replantear otras.
Pero no hay viaje sin anécdota. Lamentablemente esta anécdota supuso una breve pero detestable interrupción de nuestra desconexión con la capital y todo lo “civilizado”. Al tercer día del viaje nos despertamos, relativamente temprano, para abordar la camioneta que nos llevaría a visitar unas cataratas. Para esto nos había fascinado la idea de que los 2 primeros días había poca gente que había optado por visitar el mismo lugar con nosotros por año nuevo…al tercer día nos dimos cuenta que no era el caso (horror!!). Entonces al acercarnos a la camioneta nos dimos cuenta que había un familión (de los que suelen salir en la sección de sociales de Cosas, Somos o en Ellos & Ellas y estampan polos con el apellido cuando hacen comilonas familiares) haciendo muchísima bulla como suele ser su costumbre. De por si los ánimos bajaron al darnos cuenta de que íbamos a compartir el transporte con varios de ellos (un mix de primos y primas de veintipocos para abajo con un puñado de tías), pero lo peor fue durante el viaje.
Impresionados por la capacidad de esta gente de apropiarse de a cuanto espacio ingresan sin consideración alguna por otras personas iniciamos el viaje hacia las dichosas cataratas. Es increíble la capacidad de algunas personas para transformar lo que debería ser un placentero viaje de 45 minutos a través de uno de los mejores paisajes naturales del planeta en un calvario que en la mente se prolonga a cantidades inacabables de tiempo. Los volúmenes excesivos de voz, preguntas estupidísmas al chofer/guía, huequísimos comentarios y miradas hacia los que no pertenecíamos al familión como si fuéramos intrusos en “su camioneta” terminaron por hervirme la sangre al menos a mi.
Por suerte de regreso pudimos conseguir un transporte separado del dichoso familión y acompañados de personas coherentes, respetuosas, con un mínimo de materia gris en el cráneo y volúmenes moderados de voz. Nos cruzamos solo 2 veces mas con el familión pero fueron, por suerte, muy breves y no dejaron mas que el mal sabor de boca por habérnoslos cruzado.
Al final dos ideas me surcaron la cabeza: La primera, mas sencilla y breve, era que al parecer la desconexión total con Lima era imposible. Era como si la capital nos hubiera enviado a sus mas detestables representantes a evitar la tan deseada desconexión. La segunda: Desolador y detestable el panorama de ver que en pleno siglo 21 quedan rezagos de actitud oligarca (básicamente la actitud de patrón en todo momento y la no adaptación al sitio que uno visita) mezclada con pésimos modales. Esto combinado con eventos recientes que han figurado en las noticias sugieren una cantidad intimidante de trabajo pendiente en materia de cohesión social.
Pero en fin, no permitimos que un breve momento desagradable nos malogre un  viaje tan bacán y el nivel de desconexión que hubo fue mas que suficiente para limpiarnos de la civilización.